18 julio 2007

Leyenda Inca

Wiracocha, Inca de la Confederación Cusqueña, se sentía muy débil debido a su avanzada edad, cuando el ejército del reino Chanca invadió el Cusco. Puede ser comprensible que Wiracocha haya escapado debido a su vejez; sin embargo, el príncipe Urco, quien debía asumir la resistencia, también huyó, abandonando a su pueblo.
Cuando parecía que los chancas obtendrían una fácil victoria, el jóven príncipe Cusi Yupanqui, asumió el reto y se enfrentó a los chancas, en la batalla de Yawarpampa. Finalmente Cusi Yupanqui se estableció como nuevo soberano con el nombre de Pachacútec, e inició la gran expansión imperial.
El triunfo de los Incas en todas sus campañas se debió, sin duda, a la superioridad de su organización política y social y al mayor adelanto de su técnica militar. Fue el champi o maza, con la punta de bronce, aleación que sólo los Incas conocieron en América, el más poderoso resorte o la verdadera arma secreta de las victorias incaicas. Pero lo fue también, principalmente, su moral heroica, su capacidad para la lucha y el sufrimiento y su confianza en sí mismos que es el mejor acicate del heroísmo.
La conciencia nacional del Incario se forjó repentinamente en el reino de Viracocha con el avance de los Chancas sobre el Cuzco y la huida del Inca hacia Urcos. La angustia del peligro ha sido siempre la gran forjadora del alma colectiva. Ante la feroz agresión de los Chancas a la ciudad imperial, surge la joven figura vencedora del príncipe Yupanqui, que convoca a los ayllus dispersos, recoge las armas abandonadas y se alista en contra del invasor. Los habitantes del Cuzco consternados ven salir al imberbe arrogante y temen que sea contraria su suerte ante la ferocidad, experiencia bélica y número de los Chancas. Sin embargo, el Inca joven regresa pocos días después vencedor, trayendo las cabezas de sus enemigos para ofrecerlas para una lección viril, a su padre anciano y a su hermano tránsfuga.
La Leyenda.-
La causa de este milagro bélico está relatada en una leyenda que no figura por desgracia en los textos de historia nacional, no obstante ser una de las más bellas y sugestivas lecciones del espíritu heroico de los Incas. El joven Yupanqui relató, al regresar al Cuzco, que su victoria la debía no sólo al valor de sus soldados y a su resistencia desesperada sino a una ayuda divina que le había enviado su padre y Dios, Viracocha. El Dios, después de recibir los sacrificios que se le hicieron antes de la batalla, anunció al príncipe que le ayudaría y alentaría en la mitad de la lucha. Y contaba el príncipe valiente, que en el fragor de la batalla, cuando entre la gritería y sonido de trompetas, atabales, bocinas y caracoles, veían disminuir el número de los suyos a su alrededor, sentía que llegaban nuevos contingentes silenciosos que se incorporaban a pelear a su lado y extenuaban el empuje de los contrarios. Un rumor corrió entonces en el ejército incaico, seguro de su destino y del apoyo de sus dioses. Los soldados del Cuzco dieron voces anunciando a sus enemigos que las piedras y las plantas de aquellos campos se convertían en hombres y venían a pelear en defensa del Cuzco, porque el Sol y Viracocha se lo ordenaban así. "Los Chancas –dice Garcilaso– como gente creadora de fábulas, agoreros como todos los indios, desmayaron entonces en su ímpetu y cedieron en la lucha". Ellos mismos bautizaron a sus invisibles vencedores con el nombre de los Pururaucas, que quiere decir "inconquistados enemigos". Los pururaucas, dice la leyenda, después de vencer a los Chancas, fieles a su destino mítico se convirtieron en piedras. Cuenta otro cronista que desde entonces el mito de los Pururaucas fue uno de los más poderosos incentivos de las victorias incaicas. Los soldados del Cuzco entraban a la batalla animados por esa fuerza divina, incapaces de miedo, y los enemigos de los incas no osaban resistirles, tiraban las armas y se disgregaban, a veces sin llegar a las manos, al sólo grito que anunciaba la llegada de los hombres de piedra. Inca Yupanqui completó entonces su hazaña mítica. Afirmó que había visto en sueños a los Pururaucas y que estos se habían quejado de que, después de haberle prestado tanto favor, los incas los hubiesen dejado abandonados en el campo, convertidos en piedra, sin hacerles homenajes y ofrendas como a los otros dioses. El Inca Viracocha y sus capitanes fueron al lugar de la batalla y recogieron las piedras que el propio Inca indicaba ser de los Pururaucas y las llevaron en triunfo al Cuzco, donde fueron veneradas entre sus huacas más ilustres.

El mito de los Pururaucas es tan sólo una bella alegoría incaica para honrar el valor de las propias fuerzas y enaltecer la grandeza del Espíritu cuando los hombres sienten el acicate de la dignidad y del patriotismo, cuando son capaces del sacrificio y del riesgo, cuando se han educado en el roce del sufrimiento y del esfuerzo, cuando se han sobrepuesto al temor, entonces sus fuerzas se duplican y surgen junto a ellos los invisibles compañeros de granito, que desconocen el miedo y sólo saben el camino de la victoria. Los Pururaucas son los héroes silenciosos y leales que acompañan sólo a los que se atreven. Los Pururaucas son los traidores escondidos que acechan a los incrédulos y a los pusilánimes. Los Pururaucas no faltan nunca a la cita con los valientes. Son los enviados del optimismo, los mensajeros de la fe y de la confianza en nosotros mismos, los soldados de piedra de la convicción heroica. Son, sobre todo, la encarnación misteriosa de las fuerzas telúricas de la amistad secular entre la tierra y el hombre nativos, que se unen fielmente para rechazar al bárbaro extraño, transformando hasta las duras peñas y los árboles delicados, en corazones pujantes para el combate. Los Pururaucas son la primera expresión de un profundo y generoso amor: el sentimiento defensivo de la Patria.

2 Comments:

Blogger Fugitivo said...

Muy bueno el contenido de la historia que ilustras, pero no se si me puedes profundizar mas sobre la huida de la Etnica Pocra de Ayacucho, luego de la batalla de yawarpampa, hacia los territorias del actual Tarapoto, Lamas y Moyobamba.
Muy agradecido

3:48 p. m.  
Blogger Diva de noche said...

Buenas noches, Fugitivo…siendo de ayacucho como veo en tu blog, mal te podria yo decir mucho mas sobre esta historia de los chancas, ya que no se mucho mas que lo que aparece en las paginas de Internet sobre lo sucedido en la batalla de Yawarpampa , o campo de sangre. Por lo visto las leyendas tratan de darle crédito a fuerzas del mas allá representadas en los guerreros que llegaron para ayudar a los incas que ya casi estaban vencidos y que luego de la victoria se convirtieron en piedra. Esta leyenda fue utilizada en cualquiera de los lugares a donde los incas iban a luchar logrando que a veces se rindieran los del lugar sin batallar.
Los incas tomaron posesión de los territorios y de los vencidos.
Existen versiones de cómo uno de los generales chankas vencido y prisionero en esa batalla, Anccu Huallo, regresó por segunda vez a tratar de conquistar el territorio Inca gobernado por Pachacutec, pero resultó vencido nuevamente y escapó a la selva por los lados del rio Urubamba y otra versión dice que los incas ante la valentía demostrada por Anccuhuallo le dieron a mandar un ejercito con que seguian su onda expansiva, pero el inca al ver que era muy valiente trato de matarle y el advertido huyo con los chankas que estaban en territorio inca hacia la selva.
Anco Huallu y los Chankas se internan hacia las montañas y la selva de Chachapoyas y Huanuco, radicandose en la cuenca del rio Mayo, y ellos serian los que dieron origen a los pueblos contemporáneos conocidos por Motilones o Lamistas que se ubican en el pueblo de Lamas provincia de San Martín. Los motilones o Lamistas hablan un quechua similar al que se habla en el territorio Chanka, o sea, la región de Ayacucho, Apurímac y Huancavelica. Luego de asentarse y establecer estos pueblos llegan los españoles y conquistan estos territorios de chancas, incas y pueblos americanos.

Gracias por tu comentario, una peruana en Venezuela..Mirella

10:41 p. m.  

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