20 septiembre 2006

LA RESACA DE PABLO

Pablo había pasado la noche completa con retortijones en la barriga, aunque decir la noche completa es exagerado ya que se acostó a las 5 de la mañana y ahí comenzaron los dolores. La había pasado divino con sus amigos, se tomó hasta el agua del florero y bailó hasta los chiflidos para llamar al mozo. Una buena noche, así que el balance entre dolor de panza y la noche pasada resultaba favorable y el dolor hasta le parecía justo precio por tal noche. Al despertar… aún un poco mareado, sintió ruido en la cocina… se encaminó a ella y ahí estaba… un hombre de pelo largo y barba mal cuidada, delgado y sonriente.

-¡Good morning! Would you like a cup of coffee? Le dijo el extraño con cara de comercial de televisión de bajo presupuesto.

-¿Qué?

-¡Ahhh! ¿No hablas inglés?

-No… que yo sepa… al menos no sobrio… ¿Debería?

-Mmm… según mis datos sí, además, mientras dormías, miré las fotos que tienes con el ratoncito Mickey y pensé que eras gringo. Jejeje, me gusta esa palabra, gringo. ¿Te lo doy cargado?

-¿Qué?

-El café…

-Ah… Sí, bastante. A todo esto ¿Quién mierda eres tú? No me digas que sigo borracho…

-Yo te veo sobrio, aunque sería conveniente que estuvieses borracho para decirte lo que vengo a hacer aquí…

-Ya corta el misterio, ¿Eres un ladrón adorable? ¿O de algún voluntariado? O…¿Me acosté contigo!!!!?

-¡Jajaja! ¡Qué blasfemo que me saliste! ¡Joder! A ver… pon la taza que la cafetera está que se arranca…

Así, Pablo puso la taza sin dejar de observar ni un segundo a este flaco simpático que le hacía el café esta mañana de resaca, el flaco se sentó a la mesa y le ofreció un cigarrillo, Pablo no fumaba, al menos no por las mañanas y jamás con resaca. El flaco hizo un ademán extraño y le apareció un cigarro encendido en la mano. Lo miró y sonrió.

-Veamos, me dejo de jodas y te digo esto de una vez, aunque es difícil, no lo hago muy seguido esto de venir aquí, uno siempre delega y delega pero de tanto hacerlo, llegan momentos en que se te acaban los subalternos ¿Viste? Todo funciona como reloj con uno al mando y de repente no tienes a quien más mandar… ahí tiene que ponerse firme uno y decir ¡Qué diantres! Lo hago yo mismo. Así…

-¡Ya, ya, ya! ¡Qué maricón! Dilo de una vez…

Pablo ya se estaba pudriendo de tanto rodeo.

-¡Eres ladrón y me vas a matar luego del cafecito! ¿Es eso?

- Ladrón no soy, lo de matarte, tampoco, tú ya estás muerto, Pablo.

Pablo aún no había probado ni un trago del café, pero se tragó la mitad de la taza al oír lo de “tú ya estás muerto”…

-¡No le pusiste azúcar!

- Pero si no tienes azúcar en esta casa, pásame ese café, lo arreglo de inmediato.

Entonces, el flaco simpático metió el dedo en la taza y revolvió el café con él…

-¿Pretendes que yo me tome ese café ahora? ¿Cómo se yo donde anduvo ese dedo antes?

-Descuida, este es el dedo de la creación… ¿Cómo te va a enfermar?

-¿El dedo de la creación de qué? ¿De mi indigestión? Anoche lo pasé como el culo de dolor de panza… no gracias, no lo bebo.

-Anoche te moriste de peritonitis, estabas borracho, es cierto, pero tampoco había mucho que hacer cuando te llega la hora, te llega y ya.
Respecto a mi dedo ¿No conoces esa pintura tan buena que hizo un tal miguelito?

-Miguel Ángel querrás decir…

-¡Ése mismo! Nunca he sido muy bueno con nombres… ¡Qué bien que pinta ese buey! ¿Dónde andará?

-No muy lejos, está muerto hace mucho…

-¡No jodas!¡Ni lo vi llegar! ¡Cómo pasa el tiempo!

Pablo se descuidó y bebió de la taza de café y tenía ahora el dulzor exacto, extrañísimo, parece que el flaco no estaba mintiendo.

-¿Está bien así el café? Dios es amor y el amor es dulce. Y si esa joda es cierta ¿Para qué quiero yo azúcar? Jajjaa… ¡Qué gracioso que me pongo a veces! Jaja..¡Por Dios! jajaja


Mientras Dios se apretaba la panza riéndose de sus extraños chistes celestiales, Pablo comenzó a digerir toda la historia.

-O sea, ¿Me estás diciendo que eres Dios? ¿Y en esa facha me viniste a buscar? ¿Y el caballo blanco alado? ¿Y el túnel? ¿Y la luz fulgurante?

- ¡Son de lujo! ¿No? Buenísimos… aunque la imagen, o sea, el holograma mío llamando al difunto no era muy bueno… pero ya no los estoy usando…

-¿Ahora vienes en persona?

- ¿No te dije que eras la excepción? Si lo tuyo me lo avisaron de última hora… no tuve a quién mandar, a los ángeles se los envía en el momento, no les puedo agendar nada… porque los ángeles no tienen memoria ¿Sabías?
Sino no podrían perdonar tanto y tan poca fe… viven del momento eso los hace felices eternamente y… bueno no te aburro con esto ahora, porque te queda mucho tiempo para aprenderlo…

-¿Y qué va a pasar ahora?

- No mucho, no vamos a tomar este café y nos vamos, aunque no sé… ¿Quieres hacer algo antes?

- No sé, nunca me había puesto a pensar en esto de morirme… ¿Qué va a pasar con Martina?

- ¿Es tu novia? Bueno veamos… lo tengo todo anotado en este libro… debe salir acá… a ver, dice que tu novia ¿Martina se llama? se va mudar a Arkansas el año entrante y va a dejar sus estudios de medicina forense. Va a conocer a un granjero musculoso y va a tener dos hijas.

- ¿A Arkansas? ¿Medicina forense? La Martina es profesora de matemáticas.

- Humm… debe haber algún error… bueno da lo mismo, seguro que va a ser muy feliz.

- Bastante negligente me saliste para ser Dios.

Molesto ya por la poca seriedad de su muerte, Pablo comenzó a pensar en qué vendría ahora ¿Qué iba a hacer? ¿Qué se le puede preguntar a un Dios que lee todo de un libro con errores como ése? Por su parte dios seguía revisando el libro abriendo una página al azar y leyendo un poco, a ratos se cagaba de risa, sacó otro cigarro y esta vez le convidó uno a Pablo, era hora de marcharse. Pablo se puso de pie y fue a ver su cuerpo tendido en la cama, se veía tranquilo, hasta parecía respirar. Pablo le dirigió una mirada triste, apagó el cigarro y se devolvió a la cocina... Ahí estaba Dios, contento por haber encontrado a otra martina en el libro que bien podía ser su novia.

- ¡Mira, la hallé!

- No importa, da lo mismo ya.

- Te pusiste triste, entonces no alarguemos más este proceso. Ven aquí, Marcos, nos vamos a ir de una vez…

Pablo se quedó pensando, su nombre no era Marcos, Martina no estudiaba medicina forense, él no hablaba inglés… aún así, le dio la mano a Dios que aún fumaba y caminaron por la puerta de cocina hacia el patio trasero, desaparecieron juntos y para siempre de la faz de la tierra en el caso de Pablo, no importaba, después de todo, le había caído en gracia ese flaco simpático.

03 septiembre 2006

Esta no es una historia de amor...


Jesús Maldonado Perales escribía y temblaba ligeramente: “Al Sr. inspector de policía, juez, fiscal o personal sanitario que tengan mi cuerpo ante sí, perdón por las molestias”. Consciente que la formulación era algo torpe, iba a romper el papel y comenzar de nuevo, cuando en seguida se dijo que ya estaba cayendo de nuevo en ese ciclo de indecisiones!. Acabaría por abandonar el proyecto!. No, no! Sigue! (se dijo) Jesusito, estos mínimos detalles de estilo son completamente irrelevantes en el contexto actual a pesar de lo monumental, de lo grave del momento se sonrió irónicamente a sí mismo. Miró a su alrededor, intentando concentrarse, y siguió:
“Dejo los bienes de la casa, muebles, y las joyas de mi difunta madre (están escondidas en una servilleta bajo la losa suelta en el rincón norte de la cocina) a los huérfanos de San Basilio”
El temblor seguía, lo cual no se había esperado, y no era miedo, sino exaltación el causante.
Jesús Maldonado pensaba suicidarse sedativamente con gases anestésicos. Siendo enfermero asistente anestesista, había acaparado, escamoteando de su trabajo en la clínica “San Gervasio”, todo un arsenal de distintas pócimas y botellas de gases, como quien no hace nada y de carrera, durante un prolongado periodo de tiempo para no causar sospechas ante sus jefes.
Pensaba introducir un tubo en su boca con la mezcla gaseosa más óptima y agradable, aspirar profundamente y dormirse, seguir aspirando ya inconsciente, hasta la eternidad.
Pero no aún, primero tenía por resolver el asunto relacionado con Jimena Ruiz Arias, antigua compañera en la escuela de enfermeros. Durante años había esperado este momento. Había sido idea fija permanente y, en su imaginación, tomado mil variaciones en su ejecución.

Jimena era mona, sin ser hermosa, pero esbelta y con el culo peraltado. Nunca acabó sus estudios, cambió a magisterio y vivía plácidamente con sus padres, era hija única, en su cuarto en el segundo plano de una casa con jardín, a los veintiún años tenia muchos potenciales pretendientes y alegría y entusiasmo en probar lo uno u otro. Jimena era lista y de ambiciones profesionales moderadas, sin embargo tenía la universal expectación de ser muy feliz en esta vida.
Jesús, sin embargo ni era listo, ni tenía ilusiones de ser muy feliz, inclinado a las depresiones, impopular como era en su trabajo (y, francamente, en cualquier otro lugar del pueblo), ignorado por los vecinos, el único alivio diario llegar a su sombrío piso y encerrarse en su cuarto. Allí podía olvidarse de las injusticias de la vida y ver la TV, trabajar con sus modelos de barcos veleros, escalpelo y pegamento, listas de madera de balsa, pinturas en preciosos botecitos minúsculos, meticulosamente limpios pincelitos de pelo de marta. Pero la angustia (era congénita o producida por circunstancias?) se acumulaba con el tiempo incrementando, y cuando sus pequeños escapismos solitarios no conseguían aliviarle más, se decidió a llevar a cabo su minucioso plan con Jimena, iba a ser su última satisfacción en esta vida, pero suficiente para impulsarle, darle valor a decidirle en chupar del tubo soporífero.
Y todo por qué? Hacia ya cuatro años atrás, en el segundo curso de sus estudios para enfermeros, había escuchado, yendo a su casa, de pasadas y gracias a una curiosa combinación de brisa y ecos, un comentario cruel de Jimena, refiriéndose a él:

Pobre hombre, es repugnante, tan fofo..Os imagináis estar en la cama con él?

Las chicas a su alrededor rieron, haciendo ascos, mirándole de reojo. Animada por el cómico efecto de su comentario, Jimena añadió:

Y quedar embarazada! Me suicidaría!

Jesús enrojeció, casi desmayado se alejó rápidamente, con su andar patudo y jadeante dándoles la espalda para que no vieran que las había oído, mientras escuchaba las risas y gritos que las muchachas daban a su costa. La semilla que había sido enterrada en su cerebro (muy fértil ya que pocas semillas habian sido plantadas anteriormente) comenzó en seguida a germinar.
Era viernes, el sol oculto ya, producía jirones amarillos en el horizonte (lo cual auguraba viento al día siguiente, había leído en una novela de piratas) y Jesús, sentado en un banco público del pequeño parque acechaba la entrada de la casa donde luces, voces y música denunciaban la celebración de una fiesta juvenil, hecho común los viernes y que los jóvenes de la pequeña ciudad se turnaban en patrocinar. Seguía el temblequeo de los dedos, ahora inducido quizá por el frío también. Y casi en seguida, oculto por oscura sombras del parque, vio a Jimena, en compañía de una amiga entrar en el portal de la casa. Las chicas vestían abrigos que inmediatamente se quitaron en el umbral, dejando ver sus desnudos brazos, escotes y piernas, todo enfundado en mínimos y ligeros vestidos de moda. Otras parejas pasaron hacia la misma casa, y al descubrirle sentado, cerraban instintivamente sobre sí los abrigos y chaquetas como escondiendo su desnudez ante su mirada.
Nada de esto notaba Jesús, concentrado como estaba en su misión, en paliar los temblores y esquivar pensamientos demasiado angustiantes que le atacaban constantemente, amenazando colmar el límite de lo que soportaba, lo que a veces le obligaba a abandonar cualquier tarea, corriendo a esconderse en su cuarto.
Su ropa y apariencia física, pero más que nada, toda su presencia, denunciaban de lejos lo ajeno que era en esta fiesta, sin embargo entró decidido a través del umbral (qué podía pasar, se dijo), gente joven hablando y riendo en grupos, música rítmica en alto volumen le permitieron pasar casi inadvertido hasta que encontró una silla libre en medio del jaleo reinante, se sentó y esperó evitando miradas. Le sorprendió ver a Jimena, por lo diferente que estaba, tan arreglada y pintada, verdaderamente atractiva, como la mayoría de los participantes.
El local era relativamente pequeño, y no tardó Jimena en observar a Jesús, allí sentado, enrojecido y consciente de su mirada pero esquivándola. De reojo, observó Jesús como Jimena reaccionaba ante su presencia y se alejaba de él, dirigiéndose a un hombre que debía ser el patrocinador de la reunión, hablado con él y discretamente señalándole. Jesús estaba ya satisfecho, se levantó y, haciéndose paso entre los grupos bailantes y alegres se apresuró a la salida, agradeciendo el aire frío de la noche. Lo peor había pasado, la pequeña apariencia en el grupo, el resto era en solitario (Soledad, Soledad, Patria mía! Exclamaba Zaratustra. Frase que se repetía como letanía varias veces al día)


No hacía una noche de viento, y el abrigo que había traído de su cuarto servia como alfombra sobre las hojas caídas en el jardín de la casa de Jimena, y para cubrir la botella con su mezcla de gases anestésicos, aplicada a un tubo bien ajustado a la boca del grifo metálico de la botella. Sentado en la oscuridad no tuvo que esperar más que dos horas para ver la luz en la ventana de la habitación de Jimena. Esperó sólo media hora, en ese periodo el sueño es como más intenso, dicen. La escalera yacía contra la fachada, sólo pudo usar un brazo para subir hasta la ventana, ya que en el otro brazo sostenía la botella del gas con el largo tubo colgando, como una cuerda inerte sobre la grava del jardín. La ventana estaba cerrada, pero bastó un ligero impulso para ascenderla unos centímetros necesarios para introducir la boca del tubo y pasarlo lentamente hasta el borde de la cama donde Jimena, ya bastante anestesiada por cuatro copas de vino, yacía boca arriba. El temblor aumentaba en los dedos y manos de Jesús, le costó encontrar la llave para dar paso al gas, en la oscuridad, y un silbido tenue denunció que el contenido estaba expandiéndose en el interior del dormitorio y los pulmones de Jimena, pasando en seguida a su sangre, y dos latidos después a su cerebro, bloqueando toda conciencia, incluso el sueño desagradable que Jimena tenia...




Había ruidos de voces en el piso bajo, los padres de Jimena debían estar todavía despiertos, mirando algún programa en la TV, y en las calles del barrio voces y tráfico, todo ello servía para tranquilizar a Jesús ya que encubría sus cuidadosos movimientos. Cuando, ya ventilada la habitación de los gases, entró y se acercó a la cama, ya no temblaba, ante sí otro cuerpo desnudo, anestesiado, situación muy familiar para él.
Jimena despertó dos horas más tarde, mareada y con náuseas. Le había sentado mal el vino, no, algo en el bufé quizás. Se sentó en la cama, se levantó y fue a la ventana para abrirla y dejar pasar aire fresco. Pronto se durmió de nuevo, todavía con náuseas.
No, no! Exclamó Jesús en su habitación y rompió a tiras la carta, ahora se abría una esperanza. Mañana iría a comprar un nuevo paquete con la lancha a motor que anunciaban en la publicación “Maquetas y modelos”, y nuevos pinceles de pelo de marta y un surtido de las mejores pinturas y lacas.
Su último velero no estaba acabado, pero se había asqueado de él ya, no, ahora había que comenzar de nuevo.

Ocho meses más tarde Jimena todavía sufría de las náuseas de su embarazo, o producidas por la desesperación de su total estupor...se había acostado con alguien en la fiesta? Era imposible! Debía ser alguna droga en su bebida...había leido acerca de ello...pero si a penas había bebido! Sus padres, muy católicos habían prohibido cualquier intento de aborto...”el que la hace la paga” dijo su madre, desesperada y furiosa al mismo tiempo...”Así que no tienes ni idea de cómo ha sido...Pues peor, qué habrás tomado...Y en qué compañía...”
Jimena no podía pensar en otra cosa, su avanzado embarazo lo llevaba como sonámbula, pálida y deprimida al límite, a pesar de los esfuerzos por animarla que últimamente sus preocupados padres y amigos hacían por ella.
Jesús la había visto pasar casi cada día por la calle donde vivía, desde su oscuro cuarto, tras las cortinas , una enorme euforia había sentido al comprender que su semilla crecía en ese cuerpo tan pálido y frágil.
Pero aún quedaba el último paso, el fin de su nuevo plan, el impulso que le había de ayudar a dejar para siempre sus angustias y sombras. Sacó el papel donde tenia anotado el teléfono móvil de Jimena y marcó. Al contestar Jimena: “Sí?” podía escuchar los ruidos de la calle y el jadeo que hacia la chica al andar. Cuando terminó de explicarle que él era el padre, que habían hecho el amor durante la fiesta, ella lo había visto, no? No debia ser la primera vez que lo hacia. No lo creía? Existe DNA para demostrarlo, pero a él no le molesta,
Sólo quería que lo supiera, los hijos tienen derecho, no? Y no se preocupara, él no diría nada.
Bueno adiós!
Ella no dijo ni una palabra más, ni cerró el teléfono. Jesús la veía de frente, unos metros debajo de su ventana y esperó a que el alivio a su angustia se presentara. Pero no. Sólo rabia y ganas de sentarse en una esquina del cuarto, cerradas las luces...no llegaba alivio alguno. Esa la misma noche, al regresar de su trabajo, Jesús se encerró en su cuarto, sacó su lancha que nunca acababa de terminar y no sintió que la angustia hubiera menguado, “he quemado mis barcos”, se dijo. Sacó un papel de su cajón en el escritorio y empezó a escribir:
“Al Sr. inspector de policía, juez, fiscal o personal sanitario que tengan mi cuerpo ante sí, perdón por las molestias”.......
Antes de chupar del tubo, encendió una hoguera con sus barcos, todos apilados...pero con el fuego no verán la carta, se dijo, qué más da...Tomó aire y acercó su boca al tubo, abriendo la llave de la botella de gas.

El Fin